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Fracking, en busca de un culpable

15/12/2014 | ARGENTINA | Medio Ambiente | 510 lecturas | 258 Votos



Grupos ambientalistas apuntan contra la técnica no convencional sin apelar al rigor científico. Actualmente, el método es implementado en el yacimiento neuquino "Vaca Muerta".




Debo a la sugerencia de un cientista social de la UBA, el doctor Miguel Teubal, la lectura de la obra "20 mitos y realidades del fracking" (editorial El Colectivo, 2014). De muy reciente elaboración, fue presentada en la zona el 26 de noviembre. Se destacan entre sus autores organizaciones como el Observatorio Petrolero Sur y académicos como Maristella Svampa. De contenido desigual en términos de calidad expositiva y de clasificación disciplinar ecléctica, el libro tiene la rara virtud de hacer emerger la disidencia con su contenido desde la mismísima tapa. Allí, una ilustración permite observar una fractura hidráulica que se desparrama hacia arriba a través de kilómetros de rocas y permite que los fluidos allí contenidos lleguen prácticamente a la superficie, contaminando acuíferos, suelos y aire.

Su visualización genera en el lector desprevenido una reacción mezcla de congoja e ira, ora contenida, ora indisimulada intolerancia hacia una tecnología a la que considera hostil, plena de amenazas y riesgos. En personas más conocedoras del proceso de estimulación hidráulica, por el contrario, el bosquejo lleva a la sonrisa amable ante la representación gráfica de un sinsentido. Una virtud, no obstante, tiene el dibujo: la brevedad.

Sin embargo, ya que se supone que el conjunto de la obra tendrá una difusión amplia por diversos medios, será necesario realizar algunas observaciones respecto de alguno de sus contenidos. En particular dirigiremos nuestra atención al capítulo relacionado de manera directa con el arte de tapa. Para ello visitaremos el capítulo 8 (“¿La estimulación o fractura hidráulica pone en riesgo las fuentes de agua?”), a cargo de Eduardo D’Elía y Roberto Ochandio. Para más adelante dejaremos el abordaje de otras cuestiones.

D’Elía y Ochandio consideran que estaría ya probado que en Estados Unidos los impactos ambientales del fracking son graves, en particular la contaminación de aguas subterráneas y superficiales con gas metano (página 87). Asimismo, sostienen que hay una ausencia de estudios rigurosos respecto de la temática, por lo que mientras éstos no existan "la fractura hidráulica será un experimento incontrolado sobre la salud a una escala enorme".

Se puede ampliar el conocimiento para saber a ciencia cierta cuál es la causa de las filtraciones de gas. Como prueba de sus aseveraciones remiten a una reconocida escena del filme "Gasland" (2010) en la que se puede observar cómo el agua domiciliaria arde por su alto contenido de gas metano. Considerando, continúan D’Elía y Ochandio, que las profundidades del yacimiento donde ocurrieron estos eventos (Marcellus Shale) son similares a los de Vaca Muerta, es probable que circunstancias similares se repitan en nuestra región.

EVIDENCIAS

Vayamos por partes. Las evidencias de la migración de metano hacia la superficie o a pozos de agua potable (stray gas) son, al contrario de lo que suponen D’Elía y Ochandio, de muy larga data en Pennsylvania, estado en el que se halla una gran porción de la formación Marcellus Shale. Así, por ejemplo, en el condado de Susquehanna, en 1903, se detectó una filtración de gas en superficie. En 1939, en el condado de Bradford, se halló agua con gas metano en disolución en un pozo a 400 metros de profundidad. Circunstancias similares se han registrado en otros condados –Chemung (1959), Sullivan (1961), Lackawanna (1975)– y también en años en los que ha sido explotado Marcellus Shale, tema este último que tiene, además, gran repercusión mediática.

Por tanto, tenemos filtraciones de gas y alternativas varias en lo que hace a los orígenes del hidrocarburo detectado. Recordemos que el gas puede tener origen biológico (en zonas cercanas a la superficie, llamado gas biogénico) o ser producto de la acción coordinada de la temperatura y la profundidad (gas termogénico). Mediante técnicas de laboratorio es posible identificar la procedencia de una muestra de gas y determinar si es biogénico o termogénico.

D’Elía y Ochandio son categóricos al señalar a la fractura hidráulica como la responsable de la contaminación de los acuíferos. El mecanismo para habilitar la conductividad del gas sería, como lo señala la ilustración de la tapa del libro, mediante las fracturas producidas en la roca en profundidad, extendiéndose y alcanzado zonas someras. De ser así, estaríamos hablando de fracturas con una extensión de dos mil o más metros.

¿Se puede conocer cuánto mide una fractura? Efectivamente. Utilizando instrumentos de medición de microsismos ubicados en el pozo es posible confeccionar un mapa del subsuelo con la extensión alcanzada por la fractura. Según un informe conjunto de la RAE (Royal Engineering Academy) y la Royal Society de Gran Bretaña ("Shale gas extraction in the UK: a review of hydraulic fracturing", 2012) a partir de la recolección de datos registrados en miles de pozos, principalmente de Estados Unidos, se estableció que el crecimiento vertical máximo de las fracturas inducidas era inferior a los 600 metros y que sólo el 1% de estas fracturas era mayor a 350 metros. Por tanto, es muy improbable que el proceso de fractura hidráulica sea responsable de las filtraciones observadas.

Por otra parte, a partir del desarrollo de técnicas especiales (caracterización genética de isótopos) se puede ampliar el conocimiento para saber a ciencia cierta cuál es la causa de las filtraciones de gas. Así, antes de cualquier análisis nuestros autores ya tienen identificado al culpable: el fracking.

Se han publicado recientemente artículos en revistas científicas que arrojan más luz sobre el tema. Uno de ellos (J. A. Baldassare y otros: "A geochemical context for stray gas investigations in the northern Appalachian Basin: Implications of analyses of natural gases from Neogene –through Devonian– age strat", febrero del 2014) concluyó que acuíferos someros ubicados arriba de la formación Marcellus Shale presentan gases bio y termogénicos, de ocurrencia anterior a las actividades de perforación no convencional (principalmente en la caliza Tully y en la lutita Geneseo).

Otro artículo (Th. Darrah y otros: "Noble gases identify the mechanisms of fugitive gas contamination in drinking-water wells overlying the Marcellus and Barnett Shales", septiembre del 2014) sostiene que en aquellos casos en los que ha habido actividad hidrocarburífera el “stray gas” ha sido generado a partir de deficiencias en la tubería de revestimiento (casing) o de producción (tubing) o en el proceso de cementación de la cañería.

Por último, dos publicaciones del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, 2014) nos informan que en dos condados del nordeste de Pennsylvania se hallaron concentraciones de metano –de bajas a moderadas– en pozos de agua ubicados en una región en la que no hay actividad petrolera en Marcellus (Wayne County y Pike County). Por tanto, cuando hablamos de filtración de gas hay que ser muy cuidadoso a la hora de señalar los posibles orígenes del mismo.

Hay, en principio, una multicausalidad: ocurrencia natural, malas prácticas de ingeniería o acuíferos en los que haya presencia de metano termogénico previo a la actividad. Ya vimos que el proceso de fractura hidráulica como tal no contribuye a este fenómeno. Sin embargo, para D’Elía y Ochandio todo es fracking: la perforación, la tubería de revestimiento, la cementación de la cañería, la estimulación hidráulica, la producción de hidrocarburos. Así, antes de cualquier análisis nuestros autores ya tienen identificado al culpable: el fracking.

Una recomendación final: no hay que dejarse llevar por preconceptos. En los albores de la revolución científica del siglo XVII un joven Newton anotaba en su cuaderno de apuntes: "Soy amigo de Platón, soy amigo de Aristóteles pero soy más amigo de la verdad". Ojalá los autores lo tengan presente.
* Por Vladimir Cares Leiva, Ingeniero de la UNC

Fuente: Diario Río Negro

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