Situado en el estado de Minas Gerais (sureste de Brasil) y a pocos kilómetros de la capital regional. Belo Horizonte, Barao de Cocais vive pendiente desde hace días de los movimientos en la pared de una mina cercana y que según varios estudios, debe romperse en cualquier momento, provocando una alud de barro y residuos que se calcula que en menos de dos horas, llegará al municipio.

Las pesadillas para la población de Barao de Cocais empezaron tras la tragedia ocurrida a finales de enero en Brumadinho (a pocos kilómetros de distancia), cuando los diques de contención de una represa de residuos mineros de la compañía Vale se rompieron y provocaron una alud de barro y residuos que arrasaron todo lo que encontraron en su paso durante varios kilómetros.

La catástrofe en Brumadinho, que dejó 244 muertos y 26 desaparecidos (se dan todos ellos por muertos), la segunda similar que sufrió Brasil en tres años y medio, provocó que el gobierno ordenara una revisión inmediata de todas las minas y represas de residuos mineros en el país.

Fue así que en febrero se detectó que la Mina Gongo, también de Vale y desactivada desde 2016, corría serio riesgo de romperse. Ello provocó la evacuación inmediata de más de 400 vecinos próximos y un seguimiento diario de la estructura de la mina.

En los últimos días, la Agencia Nacional de Minería (ANM) alertó que el movimiento de la pared excavada en la mina pasó de de 10 centímetros diarios a 24,5, lo que hace prever que cederá en cualquier momento.

Las paredes de la mina tienen más de 100 metros y rodea el agua que hay en el centro. El problema radica en la represa que hay situada a 1,5 kilómetros, donde hay guardados los residuos que se iban sacando de la mina. En total, son 6.000 millones de litros de residuos, equivalente a 2.500 piscinas olímpicas. La represa de residuos está en el nivel de riesgo 3, es decir, ruptura inminente.

Si la pared de la mina Gongo acaba cediendo, los geólogos e ingenieros alertan que provocará unos temblores en la tierra que acabaran llegando a la represa de residuos, provocando su rompimiento y al consecuente catástrofe.

El alcalde de Barao de Cocais, Décio Geraldo dos Santos, se desplazó este lunes a Brasilia, donde ante una Comisión Parlamentaria que investiga la situación de las represas en el país, se arrodilló y suplicó ayuda federal para el municipio.

"La ciudad murió. Nadie consigue vender un inmueble en la ciudad. Lo que estamos viviendo es muy duro. Las personas están enfermando, es el estrés, personas que intentaron suicidarse. Estamos todos aprensivos, esperando. La situación es de tensión entre las personas del municipio", declaró el alcalde ante la prensa.

Ante el inminente rompimiento, la Defensa Civil llenó de carteles el municipio indicando la ruta a seguir para la evacuación. Igualmente, las sirenas no han parado de sonar estos días para garantizarse que funcionen cuando llegue el momento y que toda la población tenga tiempo para escapar.

Se calcula que desde el momento en que se rompa la represa, la marea de residuos tardará unas dos horas en llegar al municipio.

En el centro de todas las criticas hay la minera Vale, mayor productora y exportadora del mundo que se ha visto salpicada por las dos tragedias ocurridas recientemente en el país. En noviembre de 2015, el rompimiento de una represa de residuos en Mariana (Minas Gerais) que operaba su filial Sammarco, provocó la peor catástrofe ambiental de la historia de Brasil.

Más de 62 millones de metros cúbicos de residuos arrasaron todo lo que encontraron en su paso, matando 19 personas y llegando al río Doce, uno de los principales de Brasil, cuya fauna se vio muy afectada por la alud de residuos.

Este año, a finales de febrero, los hechos prácticamente se repitieron en Brumadinho, aunque con un balance de víctimas muy peor: 244 muertos y 26 desaparecidos según el último balance. Brasil cruza los dedos ahora para evitar un tercer desastre en Barao de Cocais.