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Sonríe, hay una nueva política energética

09/10/2018 | ARGENTINA | Actualidad | 467 lecturas | 53 Votos



Texto de Fernando Navajas




No me voy a cansar de repetirlo: esa estrategia "costo-plusista" en gas y electricidad (por la cual las tarifas tienen que ir -en pos del objetivo de reducir subsidios- a cubrir costos cada vez más altos en dólares) no era viable, menos que menos en un contexto macro inestable. Frente a este difícil panorama, el Gobierno tuvo suerte con un simple cambio de conducción. Se produjo un cambio de visión notable en la política energética. 

Es que sin una reducción de costos en dólares -basada en mecanismos genuinos, no intervencionistas- no había posibilidades de implementar una reducción de los subsidios, algo que -aún todavía- no ha sido bien entendido por muchos aduladores de la estrategia de bajar subsidios de golpe y porrazo, a cualquier costo. La esencia de este nuevo enfoque está puesta en un replanteo de dos elementos clave en la interrelación de los mercados energéticos. En primer lugar, se busca hacer funcionar mejor al mercado doméstico de gas con miras a generar un vuelco de expectativas que reviertan el exceso de demanda (hacia un exceso de oferta) y que provoque, por la vía de una oferta dinámica y mayor transparencia y flexibilidad de mercado, una caída en dólares en el precio del gas. 

En segundo lugar, dado lo anterior, se busca dar lugar a un cambio en el mecanismo de formación de precios en el mercado eléctrico mayorista -desde remuneraciones a la capacidad hacia remuneraciones a la energía- que, basado en plantas eficientes de ciclo combinado con empresas que compran su propio combustible (gas) en mercados eficientes, den lugar a una sustancial caída en el costo marginal de generación (respecto del status quo "costo-plusista" de los últimos años), lo que va a permitir a su vez reformular los mecanismos y las señales de precios a las que van a entrar las energías renovables.

Este cambio podría ser consistente con plasmar, por primera vez en muchos años en la Argentina, una visión estratégica de la transición del sector energético hacia un necesario balance secuencial entre hidrocarburos y energía renovable. La Argentina tiene una disyuntiva en la secuencia de explotación de recursos energéticos no convencionales porque tiene valiosos recursos en ambos planos (hidrocarburíferos y renovables) que pueden dar lugar a una estrategia conveniente para el bienestar de la sociedad y el compromiso asumido de reducción de emisiones a largo plazo. La Argentina tiene enfrente dos "curvas de aprendizaje" o curvas de reducción de costos, en shale y en energías renovables.

Pero las dos son muy diferentes en su naturaleza.

La del shale depende exclusivamente del esfuerzo de inversión de la Argentina, mientras que la de renovables viene dada de afuera. Esto plantea una secuencia "óptima" en la que a la Argentina le puede convenir poner el esfuerzo de moverse a través de la curva de aprendizaje del shale para así bajar el costo del gas natural, bajar al mismo tiempo el costo marginal de la generación eléctrica y restablecer un mercado mayorista de electricidad que permita que la energía eléctrica renovable entre en pocos años a costos más bajos pero compitiendo no, como ahora, con una generación térmica cara sino con otra muy barata.

En suma, el cambio de política energética llegó -por suerte en un momento crucial, porque es necesario que el precio de la energía no contribuya a la espiral inflacionaria y sea consistente con un programa macroeconómico de contención de los impulsos inflacionarios, que a su vez no sea demasiado oneroso para la de manda residencial. Este cambio de paradigma mostró que la reacción al modelo anterior, expresado en la "demanda política" desde el Congreso con la ley de intervención de aumentos (que fue vetada por el Poder Ejecutivo), podía ser lograda por otra vía compatible con tener mercados energéticos en buen funcionamiento.

En este sentido los aumentos nominales en el precio y tarifas del gas natural que se están por anunciar permiten no quedar demasiado atrasados en materia de actualización de tarifas porque van en busca de costos en dólares que van a ser mucho más bajos en el mediano plazo. Al mismo tiempo, estos aumentos son compatibles con una "ecuación de precios" -aquella que define el sendero inflacionario argentino- sin causar disrupciones en la estrategia antiinflacionaria, algo que nunca se quiso aceptar en el pasado y esperemos que se entienda mejor ahora.

Sin embargo, la nueva política energética, además de estar expuesta a los shocks de la inestabilidad macro, no está exenta de riesgos propios. De cara a la inestabilidad macro sabemos que la política energética fue puesta a caminar por la cornisa entre la intervención y el respeto contractual.

Lo está haciendo muy bien, con la intención de mantener el apego al respeto de compromisos contractuales y profundizar el rol de los mecanismos de mercado. Es esta visión de "a dónde se quiere ir" lo que debería anclar las expectativas, en el sentido de cuál es la intención de los anuncios. Es por ello que las críticas a las proyecciones (optimistas) en materia de producción de petróleo y gas de la Secretaría de Energía pierden de vista la intención de comunicar un cambio de paradigma. Sin embargo, es muy cierto que el nuevo paradigma de la política energética depende de contar con un buen desempeño en la producción hidrocarburífera no convencional: este aparece como un riesgo casi fundamental para este nuevo modelo.

Esta nota se publica en memoria de Francisco Paco Mezzadri, un amigo, ejemplo de persona y maestro de la economía de la energía. Él se hubiera divertido mucho leyéndola. 

Fuente: El Cronista

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