
Esto representa un giro frente a los gobiernos del MAS, que estrecharon relaciones con Rusia y China y se alejaron de Washington.
En este contexto, en el gran tablero energético sudamericano Bolivia atraviesa un curioso destino: de ser potencia gasÃfera regional a convertirse, con un dejo de ironÃa histórica, en simple corredor para el gas argentino rumbo a Brasil.
El reciente Informe Económico de América Latina y el Caribe del Banco Mundial augura para Bolivia un ciclo de crecimiento negativo de -0,5% en 2025, -1,1% en 2026 y -1,5% en 2027, lo que lo distingue como el único paÃs de la región que parece avanzar hacia atrás. Las encuestas otorgan a Jorge “Tuto†Quiroga una ventaja de entre 4% y 8%, aunque un llamativo 19% de votos nulos en la primera vuelta augura que el desenlace podrÃa ser tan incierto como un pozo exploratorio.
El trasfondo económico explica buena parte de la coyuntura. Bolivia cerró 2024 con un déficit comercial de U$S 845 millones, una cifra que contrasta con los gloriosos tiempos de 2014, cuando exportaba gas por U$S 6.011 millones y mantenÃa un flujo de 46,5 millones de metros cúbicos diarios.
Hoy, apenas exporta 17,6 millones, con ingresos que retroceden a niveles de 2006. La declinación natural de sus campos gasÃferos y la carencia de nuevas inversiones explican este descenso que ni la retórica nacionalista ni la ingenierÃa contable del Banco Central pueden disimular.
El cuadro fiscal es igualmente preocupante: en 2024 el Estado administró U$S 2.339 millones en divisas y gastó U$S 2.885 millones solo en importaciones de combustibles. La ecuación, digna de un problema irresoluble, obligó a recurrir a créditos internacionales y a permitir, por primera vez desde la nacionalización de 2006, que empresas privadas importen gasolina y diésel. Una medida que hubiera horrorizado al Evo Morales de antaño, pero que el pragmatismo fiscal contemporáneo justifica con resignada eficiencia.
Fuente: El DÃa
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