Si todo va bien, la construcción comenzará el próximo año, estará lista para 2028 y costará u$s 8000 millones, financiados en un 85% por bancos chinos.

El proyecto forma parte de un acuerdo firmado en 2015 por la ex presidenta Cristina Fernández, que aprobó dos plantas nucleares: una que utiliza la tecnología canadiense CANDU presente en las plantas argentinas y otra que utiliza una nueva tecnología china, ambas financiadas por el gobierno chino.

El ex presidente Mauricio Macri luego cuestionó el acuerdo al momento de asumir, en medio de un marco de dudas sobre si la energía nuclear era una fuente de energía económica. Luego aprobó la construcción, pero con una sola planta, la china, para reducir el tamaño del préstamo. De todos modos, el proyecto no prosperó.

Pero ahora, Fernández impulsa su reactivación, en principio, con la central nuclear china pero en el mediano plazo agregando la CANDU, en la cual la Argentina tiene mayor conocimiento luego de la puesta en marcha de la central Embalse en 2019.

Desarrollar ambas centrales sumaría 1800MW a la matriz energética del país, generaría más 5000 empleos en su construcción y 800 de manera permanente en cada una, de acuerdo a estimaciones de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), la empresa estatal detrás de proyecto.

“Estos dos proyectos nucleares van a ser ordenadores para el sector energético argentino”, sostiene Nicolás Malinovsky, director del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología. “Las centrales nucleares vienen acompañadas del desarrollo de un sector industrial y son un elemento central para la transición energética”.

La energía nuclear genera alrededor del 7,5% de la energía de Argentina, con una matriz energética basada principalmente en hidrocarburos y cuya producción está subsidiada. Las energías renovables no convencionales, particularmente solar y eólica, se han incrementado en los últimos años a partir del programa RenovAR. (...)