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La necesidad de repensar una YPF más eficiente

05/08/2025 | COMPAÑIA | Notas Destacadas | 237 lecturas | 0 Votos



Texto de Emilio J. Apud




YPF es una empresa privada importante en la Argentina. Con características distintivas del resto de las petroleras que operan en el país. Su accionista principal y responsable del management es el Estado, con 51%, y tiene posición dominante tanto en el upstream como en el downstream. Es decir, condiciones oligopólicas en los tres segmentos del negocio: producción, refinación y venta de combustibles. Objetivamente YPF es eso, y es necesario verlo así para dejar a un lado las interpretaciones idealistas que durante más de un siglo generaron misticismo y fueron aprovechadas demagógicamente con fines políticos.

Para ver objetivamente qué fue, es y debería ser YPF hay que prescindir de los argumentos emotivos y hasta épicos fogoneados por la política vernácula durante tiempos de escasez energética, ya inexistentes, y comprender que el mundo atraviesa una “etapa de abundancia” petrolera por dos razones, una tecnológica y otra geopolítico-ambiental. La tecnológica permitió, mediante la fractura hidráulica o fracking, explotar comercialmente los shale oil y shale gas contenidos en rocas sedimentarias compactas con alta concentración de hidrocarburos, también llamadas roca madre. La de carácter ambiental es consecuencia de la convicción de buena parte de la sociedad global de que la actividad antropogénica es el factor determinante del calentamiento global.

El CO2 es un gas de efecto invernadero producido principalmente por la combustión de hidrocarburos. Ergo, se decide dejar de quemar combustibles fósiles en un plazo al que se denomina “transición energética”. Pero si tenemos en cuenta que el 80% de la matriz energética mundial corresponde a petróleo, carbón y gas, que la industria petrolera será renuente a desaparecer y que la adaptación de la demanda a energías limpias requiere de cambios tecnológicos y grandes inversiones, vemos que esa transición hacia el denominado net zero puede llevar cuatro o cinco décadas.

Resumiendo, la sobreoferta de hidrocarburos por la irrupción de los shale y el plazo exiguo para

ponerlo en valor explican el nuevo paradigma de la “abundancia” petrolera.

Estos conceptos deberían ser rectores para nuestra política energética de aquí en adelante. Con el segundo recurso de shale gas y el cuarto

de shale oil en el nivel mundial y un mercado interno ínfimo en relación con esa oferta, es vital que la Argentina cree las condiciones que hagan competitiva internacionalmente a nuestra eficiente industria petrolera para exportar todo el petróleo y gas que se pueda antes de que dejen de tener valor. YPF debería cumplir un rol relevante en ese proceso. Pero antes de avanzar conviene repasar brevemente la manipulación de lo que fue objeto por parte de los distintos gobiernos peronistas desde su privatización hace casi 35 años.

Antes de ser privatizada en 1991, YPF era una empresa estatal deficitaria más que manejaba casi la totalidad del negocio petrolero en la Argentina. La privatización contó con el apoyo ferviente de las provincias petroleras para hacerse de cuantiosas regalías de dudosa aplicación. En el 98 el gobierno de Menem, necesitado de fondos para su utópico

tercer mandato, vende las acciones de YPF en poder del Estado a la española Repsol, que asume el manejo de la empresa. A partir de 2003 el kirchnerismo la usa para intervenir y regular el precio de los combustibles y del crudo, libres por ley. En 2008, Kirchner la “argentiniza” para quedarse con parte de la empresa y su management “facilitando” el acceso al 25% de las acciones de Repsol a los Eskenazi, dueños del Banco Santa Cruz y participantes necesarios de la deriva ignota de los US$600 millones de las regalías percibidas con la privatización. En 2012, el gobierno de Cristina, ya sin recursos luego de haber agotado los provenientes de aquella jubilación privada, con el asesoramiento de Kicillof confisca, luego expropia, torpe e irresponsablemente, el 51% de las acciones de la española Repsol, con el aval en el Congreso de todas las fuerzas políticas, con excepción de Pro. A esa maniobra se la bautizó “Recuperación de la soberanía energética”. Echan a los Eskenazi y ponen un nuevo management conducido por Miguel Galuccio, acuciado por el gobierno para mostrar resultados de producción acordes con las expectativas que habían generado para la expropiación. Esa presión llevó a aplicar técnicas de fractura hidráulica verticales que son de baja productividad y a un elevado endeudamiento. Al asumir Macri, en 2015, la nueva gestión se encuentra con una YPF superendeudada que debió asociarse y compartiráreas con otras petroleras con capacidad financiera para poder

desarrollar sus concesiones en Vaca Muerta (VM). Finalmente en 2019, con el cuarto gobierno K, se vuelve a politizar la empresa.

Luego de este recordatorio de los usos políticos de YPF, veamos lo que sucede hoy en la empresa, para luego concluir con lo que se debería hacer en los próximos años.

En diciembre de 2023 el presidente Milei encarga la conducción de YPF a Horacio Marín, un experimentado y entusiasta petrolero, quien encara su gestión en forma auspiciosa y realista. Se está adecuando YPF a la realidad actual y futura del negocio petrolero, donde el mercado objetivo es el de exportación en un contexto de abundancia de oferta y de urgencia por monetizar la mayor cantidad de los recursos de VM en los plazos perentorios establecidos por la transición energética.

Fuente: La Nación

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